"-Alice: How long is forever?
-White rabbit: Sometimes, just one second"
Lewis Carroll
Ella murió en mis brazos.
Y es justo lo que queríamos, mi destino después de escribir esto no va a ser diferente al de ella.
Vivimos un momento perfecto, hermoso, en el que los dos fuimos todo lo bueno y lo bello de este mundo, sin hablarnos, nos amamos hasta romper la realidad, hasta trascender.
Ahí nos dimos cuenta de que era irremediable, que habíamos alcanzado la perfección, que en ese momento único e irrepetible, los dos fuimos hermosos y perfectos.
Teníamos sólo dos opciones: O intentar sobrellevar nuestra existencia gris tratando de buscar momentos, sensaciones y circunstancias que repliquen aquél momento mágico, o mantener la dignidad y entender que aquello que fuimos, no lograremos volver a ser jamás, porque algo tan hermoso no puede ser duplicado.
Vivimos años grises, asustados, testarudos, tratando de fingir una perfección que nos era ajena, aferrados a un don que fue efímero.
Nos amamos con locura, lloramos, reímos y entendimos todo.
Porque cuando sucedió, sabíamos de la perfección de ese momento, sabíamos que lo único posible después de eso era mediocridad, y así todo, decidimos continuar; quizás por tontos, por tercos o por enamorados, de cualquier manera, todos son sinónimos, tonto, terco y enamorado son parte de un mismo estado.
Ella me miro, con esos ojos cansados de tanto querer, y no hizo falta que dijera nada más, la idea ya rondaba por mi cabeza, los dos nos amábamos demasiado como para perder esto que habíamos construido juntos.
Nos volvimos uno por última vez, ella lloró abrazada a mi, yo me acurruqué en su pecho y respiré su aroma, tratando de quedarme con ese olor impregnado en mi para siempre.
Ni ella era Capuleto, ni yo era Montesco, pero los dos sabíamos que este mundo corrompido por el odio no merecía un amor como el nuestro.
Ella me pidió que tuviera la fuerza suficiente como para verla morir, que quería dormirse en mis brazos, que la idea de verme morir era demasiado para ella.
Compartíamos vicios hermosos, tan hermosos que te matan, así que no fue muy difícil encontrar un salvoconducto hacia el mundo de Hades.
Nos besamos tan fuerte, tan desesperados, que de solo recordarlo duele.
Ella murió en mis brazos.
Yo voy a abrazarme con mi amor, para encontrarnos más allá, lejos de este mundo enfermo, ojalá que esta carta sirva para aquellos amantes desesperados, que derrochan su vida en buscar aquel momento mágico e irrepetible en el que fueron felices, para que se unan a nosotros en un viaje a la perfección, antes de que el mundo se encargue de romper todo lo bello del romance.